Un día te enteraste que le robaron al mercadito de la esquina, otro día le robaron el celular a tu vecina, la mochila al amiguito de tu hijo, le entraron en la casa de tu amigo, rompieron la ventanilla del auto y le sacaron el bolso a tu mujer… las malas noticias se hacen frecuentes, lamentablemente normales y te empezás a dar cuenta que Mendoza deja de ser la Mendoza tranquila de antes y se va pareciendo al intenso Conurbano bonaerense.
Y la ola de inseguridad se profundiza: la vida de los vecinos de Godoy Cruz se ha transformado en un calvario sumido por el miedo a los robos; Guaymallén parece ser zona liberada, incluso siendo víctimas hasta los propios bomberos voluntarios de los cuales la semana pasada les robaron herramientas de rescate (por suerte, gracias a la ayuda de los vecinos, lo recuperaron); la semana pasada un niño se 7 años fue baleado desde un vehículo mientras jugaba en la vereda de su casa, también en Guaymallén; delincuentes reventaron la vidriera de Rochas y se robaron ropa en pleno centro de Mendoza, en calle Espejo y San Martín; ni hablar de los numerosos casos de femicidios en la provincia de los cuales la policía nunca respondió con efectividad; los frecuentes robos en el Parque Central; las noticias diarias siguen en Las Heras, en Maipú, en Luján… en todos lados suceden hechos de inseguridad y las estadísticas van en aumento.
Sin dudas, tanto los gobiernos de Alfredo Cornejo como el de Rodolfo Suarez, por más habladurías e intenciones de hacer algo y nunca se hace, permitieron que la Mendoza de hoy se transformara en un espejo de la vida en el Conurbano. Es decir, de lo que tanto critican en sus discursos, terminan practicándolo en su propia provincia, en su propia gestión, desde el 2015 hasta hoy.
No alcanzaron las horas de sol en la reposera de Rodolfo Suarez y los griteríos histéricos de Alfredo Cornejo para evitar que la red de narcotráfico crezca a niveles de Rosario y la ola delictiva quede realmente liberada en el Gran Mendoza. Todo esto en un grave contexto social de 44 por ciento de pobreza y los mas altos niveles de indigencia del país.
Una de las causas tiene que ver con la magra cúpula del Ministerio de Seguridad provincial, de la mano de Raúl Levrino y el delfín cornejista Néstor Majul, más preocupados en que las malas noticias de inseguridad no lleguen a los medios periodísticos de Buenos Aires, que sostener un servicio de 911 eficiente, que reaccione y responda a tiempo ante los hechos de inseguridad que los vecinos denuncian.
Lo mismo sucede con la escasa red de cámaras de seguridad montada en diversos rincones del Gran Mendoza, en su real función de chamuyo decorativo: con algunas cámaras que no funcionan, otras que no se ve bien las imágenes y otras que sí se ven… pero no hay la suficiente cantidad de personal de vigilancia que pueda monitorearlas, por lo cual el servicio de seguridad en la provincia es obsoleto.
Ni hablar de combatir la inseguridad con un personal policial trabajando en la precariedad, con maltrato laboral, sin herramientas ni personal para combatir a los delincuentes en las zonas calientes del Gran Mendoza, bajos salarios, recargo de horas de trabajo, destacamentos policiales con la calidad de un indigente, la corrupción de superiores y medio pelo deambulando por las oficinas donde permiten liberar zonas… hacen que muchos agentes bajen los brazos, renuncien y dejen las fuerzas.
O también suceden episodios humillantes de agentes policiales en camionetas haciendo mudanzas de los establecimientos del ministerio por desalojo por falta de pago de los alquileres. Sucedió en San Rafael y en Tunuyán… pero podrían darse a conocer más lugares.
En ese contexto se habilita canilla libre a la corrupción de las fuerzas policiales, con cercanos vínculos con la política; el crecimiento de los Casinos en manos de unos pocos donde no hay control de activos; la cómoda instalación de los narcos que trabajan en una atractiva zona de frontera con salida al Pacífico; un escenario propicio para el lavado; sumada a una Justicia ciega, sorda y muda; un gobierno que deja hacer, un poco por inoperancia y otro poco por complicidad con los delincuentes… y un pueblo mendocino víctima, forzadamente dispuesta a modo de carnada para los delincuentes… si esto no es Conurbano… sin dudas, se le parece mucho.
La inútil compra de drones y bicicletas no sirven si no hay una buena red de conectividad de internet… y menos si ese servicio lo tienen que pagar los propios agentes de su bolsillo.
Por más propaganda y gacetilla de prensa que se emita, no se puede tapar el sol con las manos, porque la realidad está bien viva, y muestra que el vecino y la vecina de Mendoza vive con miedo, con frecuentes casos de inseguridad propios u ajenos que sufren a diario… y con un gobierno inoperante en pausa que aún disfruta del cotillón de la campaña electoral entre promesas y excusas, pero que al fin y al cabo no hace nada por la gente!
Por Julián Galván