Cuando el presidente de la Nación, Mauricio Macri, en el inicio de su mandato dijo que Argentina volvería al mundo, no tuvo en cuenta que las pequeñas y medianas empresas y los productores locales iban a ser severamente afectadas, y que miles de familias se quedarían sin empleo a raíz de la crisis. Tampoco el Gobierno se ocupó de proteger a las economías regionales que, cada fin de mes, ven que el nivel de exportación fue muy inferior frente al auge de las importaciones.
El tomate es realmente un tema de preocupación sobre todo en los productores cuyanos. En el sector del tomate de industria hay una alta preocupación por el exponencial aumento de las importaciones de productos industrializados de tomate entero pelado. Desde el 2015 se han registrado aumentos considerables de las importaciones de este producto, con una variación anual del 146 % en el 2015, 971 % en el 2016 y 187 % en el 2017, llegando a importarse 10 millones de kg netos este último año.
La preocupación radica en que precisamente este producto es una especialidad de la región cuyana (San Juan, Mendoza y La Rioja), que la puede producir con excelente calidad y diferenciación, y de manera competitiva en cuanto a los máximos estándares internacionales. Además, es uno de los subproductos tomatados donde más agentes involucra en la cadena, entre mano de obra, productores, industrias y proveedores de bienes y servicios, teniendo un alto impacto social y económico en la región.
En una entrevista para Crónica, el director ejecutivo de la Cámara de Industriales de Productos Alimenticios (CIPA), Marcelo Ceretti, expresó que el miércoles «por la tarde» tendrán un encuentro en la cartera de Producción, y que «fuimos llamados para debatir una agenda de competitividad, pero vamos a instalar nuestra gravísima situación con las enormes importaciones de tomates desde Italia y también del choclo de Brasil».
Como el sector podría perder un 35% de sus productores de tomate por las importaciones, urgirá al gobierno para que se fijen valores criterio a los ingresos al país (no existen y puede haber dumping), o sea precios mínimos de referencia; además de la elevación temporaria de los aranceles externos. «La capacidad instalada es del 60 por ciento y las importaciones de tomates enteros perita, en latas iguales o inferiores a los 2,5 kilos, crecieron cincuenta veces desde 2015 y se cuadruplicó entre 2016 y 2017».
La Dirección General de Aduanas prometió el año pasado establecer los valores criterio en dólares. «Se nos había informado que se fijaría en FOB u$s 0,78 el kilogramo», afirmó Ceretti. En tanto, la Asociación Tomate 2000 propuso mediante un comunicado «mejorar los niveles de reintegros en estos productos para mejorar los incentivos a la exportación. Sobre todo en los productos de tomate entero, pasta y salsa de tomate en sus distintas modalidades de expedición».
Asimismo, reclamaron al ministro Francisco Cabrera, al que consideran «desentendido del tema», que haya financiamiento accesible al sector productivo para acabar con la brecha entre el paquete tecnológico que se propone y lo que el productor finalmente termina aplicando.
Cabe destacar que en el último año se perdieron unos 68.000 puestos de trabajo y hay economías regionales que están muy afectadas, sobre todo el sector del tomate, donde hay empresas locales que invirtieron millones de dólares para producir las latas para envasar el tomate al natural y hoy se ven golpeadas a raíz de las importaciones del mismo producto. Hoy las grandes marcas y las cadenas de supermercado en Argentina importan las latas de Italia y luego les ponen la marca local, que por una falta de control de la Secretaria de Comercio, descuidan totalmente al productor local. «Las importaciones de tomates en lata adquieren mayor relevancia no tanto por el valor monetario de las mismas, sino por las cantidades importadas que en el año 2017 superaron en promedio en más de cincuenta veces respecto al año 2015» afirma la Cámara de Industriales de Productos Alimenticios (CIPA) en un informe para la prensa.
Hace 10 años Argentina exportaba productos agroindustriales de tomate entero pelado a una gran cantidad de mercados internacionales (más de 20) como Reino Unido, Australia, Brasil, USA, Japón, entre otros. Este problema refleja una grave situación de competitividad sistémico que es importante revertir lo más aceleradamente posible, para que este clúster agroindustrial no siga decreciendo.
El inicio de la cosecha de tomate para industria no empezó de la mejor manera en este 2018: El granizo destruyó unas 300 hectáreas en San Juan y otras 100 en Mendoza. Ambas provincias cuyanas representan el 52% de la superficie total destinada a este fin en el país.
Un productor de tomate tiene que contar con un capital de trabajo de unos 110.000 pesos por hectárea y, para llegar a ser rentable, esa porción de tierra tiene que rendir por encima de los 100 mil kilos. Estos altos rendimientos se garantizan con este nivel de inversión, que trae aparejada la incorporación de tecnología.
En estos momentos, la industria está financiando al productor en entre el 30% y 40% de estos costos, la diferencia, es decir los restantes 70.000 pesos, los tiene que conseguir el dueño de la finca.
Ante la mayor competencia que existe en el exterior, la producción local necesita bajar costos para seguir dentro del juego. Hoy, sin una política de gestión concreta que respalde financieramente al productor argentino, se encuentra en desventaja y la crisis se profundiza.