Este 31 de marzo se cumplen 13 años del fallecimiento del
expresidente y el enorme referente del radicalismo y de la democracia, Raúl Alfonsín.
En ese 2009, el Gobierno Nacional decretó tres días de duelo por la muerte Raúl Alfonsín. Con Cristina Kirchner en Londres, fue el vicepresidente Julio Cobos quien formalizó la medida, por la que todos los establecimientos públicos tuvieron sus banderas a media asta.
Alfonsín recibió el reconocimiento de todo el arco político. Al día siguiente sus restos fueron llevados en una cureña militar escoltada por el Regimiento de Granaderos a Caballo al Cementerio de la Recoleta, en Buenos Aires.

Con una trayectoria política de más de medio siglo y un reconocimiento que ya había superado las fronteras del radicalismo, Alfonsín logró convertirse en una de las excluyentes figuras políticas de las últimas décadas y símbolo histórico del retorno a la democracia.
La diputada radical María José Sanz, impulsora de Ficha Limpia y trabajadora incansable por los derechos ciudadanos, lo recuerda con una emotiva columna que compartimos con los biencuyanos
Recordar a Alfonsín implica ser democráticos hasta la médula
Hay fechas que por su significación nos imponen un momento de reflexión y seguramente, si ahondamos más en su dimensión simbólica, también nos interpelan como hechos históricos que configuran nuestra realidad presente. Es la potencia y la prepotencia del tiempo diciéndonos que el hilo de la historia tiene un sentido que nos involucra y un deber que nos convoca.
El 31 de marzo, fecha en la que don Raúl nos dejó físicamente, es uno de esos hitos en la historia de nuestro país. De las múltiples aristas de su riquísima vida personal, o de su muy amplia biografía política, quisiéramos rescatar un episodio que aunque bastante conocido, no por ello deja de tener detalles y ecos que nos movilizan en el complejo presente que hoy nos toca afrontar.

Corría el 13 de agosto de 1988, y en ocasión de la inauguración anual de la Sociedad Rural Argentina, luego de que hablara su presidente, Guillermo Alchouron y el secretario de Agricultura, Guillermo Figueras, tomó la palabra el presidente Raúl Alfonsín enfrentando a una tribuna que lo abucheaba y que no paraba de silbarlo. Si bien un poco extenso, vale la pena recordar un pasaje de ese discurso improvisado, pero lleno de emoción democrática y espíritu republicano:
“Le agradezco al señor presidente de la Sociedad Rural Argentina sus palabras, sus críticas, su vehemencia. Así es la democracia, continuamos en el diálogo de siempre, y lo hacemos en esta discusión que es la que no quieren escuchar los fanáticos en el país, la que no quieren escuchar los que se creen dueños de la verdad, la que no quieren escuchar quienes atentan en definitiva contra la convivencia de los argentinos”
La intervención de Alchouron había sido crítica de la política económica del gobierno de Alfonsín. Sin embargo, el ex presidente radical, lejos de enojarse, insultarlo, desmerecerlo o echarle la culpa, reivindica el valor que tiene para la democracia la capacidad de discutir en público, lo importante del diálogo como práctica continua donde tracciona el sentido republicano de la esfera pública.
Para Alfonsín, la diferencia no era un defecto ni un déficit democrático, sino que constituía la naturaleza misma de la democracia. No hay nada más ajeno al espíritu democrático que la voluntad de homogeneización en el ejercicio del poder. El pluralismo como base de la cultura política de un país es lo que nos indica el grado de convencimiento democrático real de una nación y de su clase dirigente. Lo demás es puro biri biri.
Detengámonos nuevamente en otro pasaje de aquel discurso memorable de Alfonsín:
“Sigamos el diálogo, sigamos encontrándonos, yo los invito para seguir discutiendo. No vamos a cambiar nuestras posiciones, pero estoy seguro que pueden ser perfeccionadas, que pueden ser enriquecidas, pongámonos a discutir entre todos la manera en que podemos construir mejor la Argentina… Sumemos racionalidad a nuestra acción”
Bañado en los silbidos y en los abucheos de la tribuna coqueta de la Rural, Alfonsín muestra su íntima fibra democrática, pone sobre la mesa lo más profundo de su pulsión republicana: el diálogo, siempre el diálogo, nuevamente el diálogo. Recibe insultos y desplantes y contesta con una convocatoria “para seguir discutiendo”. Pero además, no realiza una convocatoria ingenua para sí ni de subestimación para sus interlocutores: es consciente de que las convicciones no se negocian, por eso aclara que aunque no cambiemos de posición política, sí podemos enriquecer nuestros puntos de vista.

En definitiva, Alfonsín apuesta por una forma del diálogo político que está íntimamente asociada a la comprensión y al ejercicio del juicio, al ejercicio del discernimiento. ¿Sobre qué? Sobre aquello que nos trasciende a todos: nuestra común condición de argentinos. Es por las necesidades del país, por los senderos de los problemas que tenemos como comunidad nacional que podemos lograr una posición que no implique traicionar lo que pensamos, pero que nos permita a su vez superar la inacción y el retraso.
En aquello común que nos trasciende y que nos define como argentinas y argentinos, es donde finalmente encontraremos esa suma de racionalidad que nos permitirá por fin ver la salida. La inteligencia colectiva inspirada en la solidaridad de nuestro destino común es la mejor herramienta de conocimiento social que poseen las sociedades contemporáneas: ahí está toda la extensión de la apuesta alfonsinista y de su forma de comprender la democracia como un asunto cotidiano de la vida de todas las argentinas y argentinos.

¿Este episodio es sólo parte de una efeméride? Por supuesto que no: es un vector que nos indica direcciones en nuestro presente y que posee resonancias de nuestro futuro. La fecha nos llama a recuperar para la dirigencia argentina el sentido cabal de lo que significan las prácticas democráticas y las formas de vida democráticas.
Hoy nos debemos el compromiso que tuvo Alfonsín con el pueblo argentino y resulta necesario recordar que es preferible errar por exceso democrático y no por manipulación ideológica. La democracia es aspiración de libertad y voluntad de futuro. Sigamos en esa senda que en aquel agosto de 1988 nos dejara tan bien marcada Raúl. Seamos democráticos hasta la médula.

María José Sanz
Diputada Provincial UCR-Cambia Mendoza