El Zoo en Mendoza es una triste realidad sin remedio, los animales que lo habitaban y habitan son y fueron víctimas del estado más vilipendiado en materia de ecología y de recursos naturales desde la vuelta a la democracia.
El zoo venía siendo cuestionado administración tras otra en honor a la verdad, entonces el gobernador Alfredo Cornejo de ese entonces mandó a cerrarlo y a decir que los animales serian reubicados y listo. Que allí se construiría un Ecoparque… entonces todos felices comerían perdices, hasta aquí los únicos que comieron fueron los gusanos y se alimentan a base de los cadáveres.

Entonces los animales que estaban en ese tradicional Zoo pasaron a tener su Chernobyl estatal, las muertes se fueron acumulando y continúan hasta nuestros días, convirtiendo un proyecto atractivo de esos que los estados venden a futuro en un cementerio de animales, esta vez la historia los alcanza y esa parca con la guadaña bien grande les dice: “hola soy tu presente”.
Alfredo Cornejo quien es un hábil prometedor nos decía hace unos diez años: “hoy el Zoológico funciona mal como la administración pública, y para graficarlo basta con ver que han puesto directores que no tenían idea sobre qué hacer, se han muerto animales por desidia y el lugar prácticamente no se puede utilizar porque es una vergüenza.”.

Hoy podemos decir que sobre el descansan esas palabras, pero que los animales no descansaran hasta que encuentren la justicia al infortunio que fueron sometidos por un estado que podríamos adjetivarlo con aquellas palabras en el caso de querer ser benévolos.
El embuste decía… y agregaba …” Permite la reubicación de animales y la implementación de un enfoque de «adopción responsable» eso para aquellos que no podían permanecer en el Ecoparque”.
La Verdad desnuda

Es aquí donde a cada animal le llega su Chernobyl estatal menduco, las adopciones responsables podrían no ser tan así, hay se desconocen públicamente la cantidad de animales que siguen vivos luego de su entrega, sobre todo aquellos que fueron despachados fuera de la provincia.
En plena campaña electoral de un Alfredo Cornejo que soñaba ser gobernador de Mendoza, prometía con bombos y platillos en aquel 2 de junio de 2015, que «Si soy electo gobernador voy a llevar a cabo el proyecto de Ecoparque».
Usando «las filminas», Cornejo presentó con hermosos gráficos un «plan de reconversión del tradicional zoológico de Mendoza en un maravilloso Ecoparque». Lo dijo durante la presentación electoral a la que asistieron los autores del proyecto de ley, los diputados radicales Tadeo García Zalazar y Omar Sorroche, y los representantes de la Fundación Cullunche, la Asociación para la Conservación de la Diversidad Biológica Argentina (Biola), Gaia, Asamblea por el Árbol y Oikos, el rector de la Universidad Nacional de Cuyo, Daniel Pizzi, dio su aval.

Envalentonado, Cornejo confirmaba que en el año 2019 el proyecto estaría completo para que el pueblo mendocino y el turismo lo disfrute a pleno. La promesa de campaña se comprometía a crear un Ecoparque con «disminución progresiva de la cantidad de animales; rediseño y mejora de recintos; mejora de infraestructura, equipamiento y recursos para servicios nutricionales, veterinarios y sanitarios; individualización y registro auditado semestral de animales, con sus altas y bajas; historias clínicas de animales, individualizados, bajo estándares internacionales; y la definición de protocolos para la disposición final de cuerpos de animales fallecidos».

Pero como todo los mendocinos y las mendocinas saben lo del Ecoparque fue solo un anuncio maquillaje» que solo sirvió para ganar las elecciones. Una promesa más incumplida por Alfredo Cornejo y de la que no se hace cargo (una vez más!).
Hoy el Ecoparque es un verdadero «elefante blanco» cerrado, con gastos millonarios de mantenimiento, sin actividad ni como zoológico ni como parque ecológico, donde se puede apreciar como se les escapan los monos que merodean en los cables eléctricos de las afueras, se van muriendo los animales, basurales en sus puertas a metros del ingreso peatonal del turístico Cerro de la Gloria. Un verdadero fracaso.
Te Lo dijimos campeón

De que nos sirve decir que dijimos que los traslados no podían resultar bien, de que el lugar a llevarlos venía siendo sospechado y denunciado o que los animales no estarían en condiciones de viajar, es así ya de nada sirve.
A esto se suman los cuestionamientos al Santuario de Elefantes de Brasil (SEB) giran principalmente en torno a las recientes muertes de elefantes como Pupy y Kenya, que llegaron con graves secuelas del cautiverio (problemas óseos, gastrointestinales, tuberculosis), generando dudas sobre si la atención y manejo fueron adecuados o si los problemas eran irreversibles, con debates en redes sociales sobre si murieron libres pero en condiciones críticas o si hubo fallas. Se cuestiona la transparencia, la capacidad veterinaria, y si las muertes revelan la insuficiencia del santuario para tratar casos tan complejos, a pesar de los esfuerzos y la vastedad de su terreno.
Recordemos que la elefanta Pocha murió en octubre de 2022 en el santuario de Brasil, meses después de ser trasladada desde el Ecoparque de Mendoza, donde también se determinó que fue por tuberculosis.
Un caso similar sucedió en el 2019 con la elefanta Ramba, rescatada en el 2012 de un circo en Chile y vivió durante siete años en el Parque Safari de Rancagua antes de que su transferencia a Brasil, que después de dos meses de estar en el mismo santuario en el que estaba Pocha, falleció de igual manera inexplicable.
Tuberculosis

La mortaja nos cabe a todos y hacia allá vamos, desgracia seria si en vez de ser la luz del señor creador es la linterna del Estado que nos señala el camino.
La necropsia de la elefanta la más parecida a algo oficial declara la presencia de tuberculosis y es aquí que se abre la gran puerta a la humanidad, como sabéis si los animales donados a granjas educativas, a familias con niños no estaban afectados por ella, bien vale la opinión de un profesional médico, pero por lo leído es contagiosa en un ida y vuelta o sea del humano al animal y viceversa, por supuesto que se niega y claro se muestra la parcialidad puesto que es grave la circunstancia señalada, entonces porque la ART habría pagado a algún empleado por el contagio que señalamos.

Los tres poderes del Estado habrían sido cómplices de alguna u otra forma de esta realidad, sería bueno que el legislativo pidiese informes certeros al respecto o sea bien formulados y directos y que el judicial, viese si no hubo incumplimiento de funcionario público, puesto que los animales son responsabilidad de este y no es desentenderse dejándolos a la vera de un tercero.

El Ecoparque se ha convertido en una maquinaria de gasto sin control. Se paga personal, se firman convenios con fundaciones extranjeras, se contrata logística internacional, se organizan traslados de película. Todo con dinero público, pero sin auditorías, sin participación ciudadana y sin garantías reales de bienestar animal.
Mientras tanto, a los mendocinos se nos niega el acceso, la información y el derecho a saber si nuestras decisiones políticas están matando lentamente a los mismos animales que juramos proteger.
Los elefantes son distinguidos por algunas culturas como seres espirituales que los guían en el plano terrestre y en el espiritual, de ser así, los responsables de tal negligencia deberían tener miedo, mucho miedo.
Por Martín Orozco @ojosdvideo
