Giovanna es una agradable persona que uno puede escuchar durante varias horas, no solo por el gran número de anécdotas e historias que lleva en su vida, sino también por la pasión que le pone a cada emprendimiento. Uno piensa que ella ya ha llegado a su objetivo, lograr imponer una marca de vinos y espumantes de alta calidad como son todos los productos de Bodega Margot, numerosamente premiados en Argentina y en el mundo, con una imagen innovadora en el mercado, conquistando los exigentes paladares de diversas partes del mundo, y no obstante aún no se queda quieta y sigue arriesgando más.
BienCuyano estuvo con Giovanna Carparelli, presidenta de Bodega Margot cuyos viñedos se encuentran en pleno corazón del Valle de Uco: el bellísimo distrito de Cordón del Plata, sobre la ruta 96 en Tupungato. Una larga charla en el pintoresco bar de Buenos Aires, ciudad que actualmente la recibe con los brazos abiertos y la aloja. Desde “Los 36 Billares”, en plena Avenida de Mayo, la mendocina habló sobre sus comienzos, su vida emprendedora y sobre sus próximos sueños en una imperdible nota.

Giovanna no proviene de una tradicional familia bodeguera. Su padre trabajaba en la actividad petrolera lo cual lo llevó viajar por los cinco continentes del mundo, y los muchos meses que pasaba fuera de su hogar la educaron en el espíritu aventurero, con una temprana madurez e independencia. Su madre cumplía un rol fundamental en el cuidado de la familia, inculcando un modelo de fortaleza insoslayable. Vivieron en diferentes casas del Gran Mendoza y en Tartagal, Salta, unos pocos años. Y antes de terminar la escuela secundaria Giovanna ya estaba incursionando en el mundo de la comunicación y el periodismo. Trabajó como movilera desde los 17 años en Canal 9, hizo el noticiero del canal de cable, trabajó para la sección Noticias Radio Nihuil, escribió colaboraciones para varias revistas, pasó por Andes FM, por el área de prensa de Casa de Gobierno, por el Diario Los Andes, Hasta que llegó a diario UNO. “Cuando volviendo de una nota me encontré en el pasillo de la redacción con Alejandro Gómez (director periodístico del diario en esos años), y me dijo “muy bien Carpa” fue uno de los momentos más felices de mi vida”, recuerda.

BC- ¿Cómo surge la idea de meterte de lleno en el mundo del vino?
GC- En el 2001 -una etapa muy difícil para Argentina- me fui del diario, porque cada vez me pagaban menos y habían desmantelado el equipo periodístico que me motivaba a estar ahí. Sin Alejandro y sin Perlino en la jefatura de redacción no valía la pena seguir. Renuncié y me dije “¿qué voy a hacer ahora de mi vida?”
En el 2002 empezó a surgir tímidamente la idea y la inquietud por hacer un vino con marca propia.
El periodismo y el vino son en Mendoza una combinación obligada. Conocí todo el movimiento de la industria así. Las oportunidades y la problemática. Entrevistás a los bodegueros cuando lanzan un nuevo producto y a los productores cuando les cae el granizo, es decir, te interiorizás sobre el funcionamiento de toda la cadena de valor del sector. Y así te vas enamorando, conociendo esos pequeños detalles que hacen que esta actividad sea diferente de cualquier otra, única.
BC- ¿Por qué elegiste Tupungato para desarrollar este emprendimiento?
GC- Yo me enamoré del Valle de Uco a primera vista, la primera vez que lo visité fue en un campamento. No tenía idea donde estaba, pero no podía creer la belleza de ese lugar, la magia. Te hechiza. Cuando atravesás los Cerrillos y ves por primera vez el valle, decís “Este es el lugar… acá me tengo que quedar”.
BC- En el Valle de Uco nace Margot…
GC- Así es…con el entusiasmo de desarrollar una marca propia nos reunimos con Marcelo Marchese, un dibujante que había sido compañero de trabajo en el diario. Había un par de nombres posibles dando vueltas y Marchese dijo: “es Margot”. Se puso él a dibujar las tipografías, con un espíritu de cabaret francés. Nosotros buscamos en “Margot” sinergiar la cultura de cabaret parisino y del tango, toda esa idiosincrasia de bohemia francesa, de belle epoque, de “joda loca” que reinaba en las calles de Buenos Aires en las primeras décadas del siglo pasado, y en ese concepto anclamos el desarrollo de la marca.

BC-Pero para desarrollar la idea y llevarla a algo concreto había que invertir y mucho…
GC- Es así. Demasiado. Pusimos todos los ahorros familiares en juego. En el 2004 compramos una finca en la zona, que no tenía nada, solo rebrotes de frutales y en el 2005 preparamos la primera carpeta de créditos para el desarrollo de plantación de viñedos y gracias al Fondo de Transformación logramos avanzar. En total fueron veinte carpetas de crédito que me tocó preparar para hacer el apalancamiento financiero. He juntado más papeles en diez años que los que nadie quisiera juntar en toda su vida. Visto desde hoy te puedo decir que fue realmente una locura… tres años hubo que esperar para el primer grano de uva… donde día a día la finca se traga todo el capital que hay a la redonda, como si fuera un agujero negro que devora todo. Con muy pocos recursos, a pulmón total, íbamos haciendo los desarrollos de producto. En el 2006 hicimos el primer vino malbec. A mí me encantan los espumantes, pero el mercado pide ese varietal, la demanda de vinos es de 10 a 1 sobre la de espumantes. Y así apareció la primera cosecha de Maula Oak Malbec, siempre guiados por una fuerte línea conceptual. Para mí eso es fundamental, impregnar todo el trabajo con la misma esencia, atravesarlo con la misma idea.
BC- ¿Cómo anduvo la primera cosecha?
GC- Realizamos una primera versión de 6 mil botellas de vino espumante bastante más rústica que la actual. Nos fue muy mal en Buenos Aires en el intento de vender esa producción (risas), pero logramos exportar a Brasil y con eso nos envalentonamos, y seguimos mejorando el producto y aumentando la cantidad de botellas. Logramos abrimos paso en el segmento de las bodegas boutique.
Fue un gran esfuerzo de perseverancia. Cuando llegamos al mercado en 2003 se consumían “marcas”, eran tiempos de consumo tradicionalista del vino, estaban de moda las bodegas de “familia” y las etiquetas con nombre de santos. Nosotros no teníamos apellido tradicional de la vitivinicultura mendocina. Si bien en la Selva di Fasano (Italia) los Carparelli habían tenido su propia Massería para la producción de trigo y cebada, aceite de oliva y conservas; a partir de la Segunda Guerra Mundial debieron emigrar y llegaron a la Argentina sin nada. Y respecto de la marca, Margot estaba muy muy muy lejos del concepto de “santa” que funcionaba en esos años. Mil etiquetas había de San o Santa algo. Y venimos nosotros a irrumpir con esta señorita de reputación dudosa, y una estética art nouveau inédita. Te miran raro. Hay que saber aguantar la parada. Fueron muchos años de pelearla conceptualmente para lograr ser aceptados conceptualmente por los consumidores. Siete años. Y hasta un poco más. No pasa de un día para otro.

BC- Además de vos ¿Quiénes hacen grande a Margot?
GC- Es un equipo. Funciona porque hay equipo. Nada es posible sino. Humberto (mi padre) es el que se encargó de toda la operación agrícola industrial. En un terreno donde no había nada ahora hay un viñedo, dos naves de bodegas, galpones de guarda de herramientas. Ninguno más que él tocó un ladrillo, un palo, un alambre. Él se hizo cargo de todo el desarrollo de esa área. Yo aprendí a hacer la gestión financiera, la gerencia de proyecto, administración, legales y registros además del desarrollo de marca, prensa y marketing que es lo que más satisfacción me da. El área enológica cayó en manos de mi hermana Romina Carparelli, que es una tremenda profesional. Los primeros años estuvimos trabajando con Lic. Miguel Navarro, un reconocido enólogo de Mendoza que hasta el día de hoy sigue siendo un maestro para nosotros y un asesor permanente.
Romi se sumó al proyecto Margot después de egresar con honores como mejor promedio de la facultad de Enología. La mandaron becada a España, y en el 2006 volvió para la elaboración en abril del primer Maula Oak Malbec. Trabajó con Miguel en el 2006, 2007 y 2008, y a partir del 2009 Romi ya se transformó en la primera enóloga de la bodega. Ya cuenta doce elaboraciones encima y un potencial enorme.
Nota: El seguimiento agronómico hoy es responsabilidad del Ingeniero Marcelo Casazza, de amplia trayectoria en el asesoramiento de empresas vitivinícolas de Argentina y otros países, enfocado en el manejo de viñedos de acuerdo al terroir.
Romina Carparelli es la estrella de la bodega y el alma del éxito de Margot. Licenciada en Enología, graduada con honores (Mejor promedio) en 2005 de la Facultad de Enología y Agroindustria, Universidad Juan Agustín Maza. En 2005 trabajó como Analista en Bodega Masi Tupungato (Valle de Uco, Mendoza) y al año siguiente obtuvo una beca universitaria para estudiar el proceso de vinificación en España. En su paso por el Viejo Continente se desempeñó como Winemaker’s Assistant en Bodega y Viñedos Illana (Ribera del Júcar, La Mancha). A su regreso se incorporó como Winemaker de Bodega Margot donde en la actualidad, además de comandar el proceso de elaboración de vinos y espumantes, dirige el área Comercial.
BC- La imagen de la marca “Maula” es muy fuerte e innovadora para el mercado vitivinícola…
GC- Si, está inspirada en el tango Mano a Mano. En el verso que dice “como juega el gato maula con el mísero ratón”. El desarrollo estético lo hicimos con la diseñadora mendocina Valeria Sassi en base a unos bocetos que dibujé donde buscaba muy claramente este gato-con-actitud. A partir de esa búsqueda, de esta idea de seguir la línea inspiradora del tango que habíamos iniciado con Margot, fuimos más allá. Así, buscando la originalidad, llegamos a la ilustración como nueva forma de comunicar el vino. No había ilustraciones ni comic en las etiquetas en esos años. La comunicación del vino era mucho más estructurada y formal. Nosotros logramos innovar desde el concepto.

BC- ¿Cómo viene Margot en el mundo?
GC- Hemos ingresado nuestras producciones en Estados Unidos, México, Canadá, República Dominicana, China y Japón. Tenemos premios de China, los tradicionales norteamericanos, varios conseguidos en el mercado interno.
Lo último que recuerdo fue Celedonio Gran Cabernet Sauvignon 2013 rankeado entre los cinco mejores Cabernet Sauvignon de Argentina por Vivino, la famosa app en la que los winelovers puntúan los vinos que consumen, comprendida por más de 21 millones de usuarios alrededor del mundo.
Una de las claves del éxito de Celedonio y Margot es hacer productos sustentables, posibles de sostener en el tiempo. Que la gente año a año pruebe una botella de Maula o Celedonio y encuentre el mismo vino que buscaba, que la calidad no decayó, que responde a sus expectativas, que siempre mantiene su calidad.

Ahora Giovanna va por más y se mete de lleno en el mercado de las cervezas… ella acusa “Es una locura divina”…
(La seguimos luego biencuyanos… continuará…)
