El Gobierno de Javier Milei y su política de apertura indiscriminada y ajuste a la producción nacional ha llevado a que se registren números realmente insólitos en la balanza comercial del país, registrándose un aumento récord del 82 por ciento interanual en el aumento de exportación de alimentos, algo que resulta trágicamente irónico en un país que alguna vez fue considerado el “granero del mundo”.
El Instituto para el Desarrollo Agroindustrial Argentino (IDAA) ha revelado cifras alarmantes en relación con las importaciones de alimentos, que en diciembre de 2024 alcanzaron un récord de 242 millones de dólares, marcando un aumento del 82 por ciento interanual.

Este notable incremento no solo altera el panorama comercial en el país, sino que también plantea serias preocupaciones para las economías regionales y el sector agroindustrial argentino.
El rally importador que ha estado en curso desde junio de 2024 se atribuye principalmente a varios factores: la desregulación del comercio exterior, una apreciación del tipo de cambio y el incremento de costos que han afectado negativamente las cadenas productivas locales. Productos emblemáticos de las economías regionales como el limón, la cebolla, el tomate y la zanahoria están entre los más perjudicados.
Zanahorias, cebollas, tomates y vino, las importaciones que más crecen

Entre los productos cuyas importaciones más crecieron se encuentran las cebollas (6.889%), las zanahorias (6.019%), los tomates (5.853%), el vino (594%) y los limones (591%). “Los incrementos de cuatro dígitos se ven en productos representativos de las economías regionales y provienen masivamente de países limítrofes”, explica el informe.
Sobre este punto, el IDAA aclara que “más allá de cuestiones puntuales como la afectación por heladas o baches de producción en algunos productos, son las condiciones macroeconómicas y la política de desregulación del comercio exterior las que explican este comportamiento del mercado”.
¿Quién pagará la fiesta?

Las consecuencias de este fenómeno no son únicamente numéricas; también reflejan una crisis estructural dentro del agro. Los productores locales se ven obligados a competir con productos importados que llegan en grandes volúmenes desde países limítrofes, lo que dificulta su capacidad para mantener precios competitivos ante un mercado que ya está saturado.
Además, la situación se complica por cuestiones impositivas y cambiarias que afectan tanto a exportadores como a quienes se dedican al mercado interno.
De acuerdo con el mismo informe del IDAA, se anticipa que este fenómeno se intensificará en 2025, impulsado por una desaceleración en la devaluación del tipo de cambio y la eliminación del impuesto PAIS, que anteriormente actuaba como un freno a las importaciones.
La situación podría ampliarse aún más si las condiciones macroeconómicas no mejoran, lo que plantea un desafío considerable para la sustentabilidad de las cadenas productivas locales.

El aumento de las importaciones de alimentos constituye una advertencia sobre las vulnerabilidades del sector agroindustrial argentino. Aunque las exportaciones están mostrando signos de mejora, el reto principal radica en garantizar la competitividad y sostenibilidad de la producción local frente a un mercado global cada vez más abierto.
La clave estará en encontrar un equilibrio entre la regulación del comercio exterior y el apoyo a los productores locales, para que puedan enfrentar la competencia desleal y contribuir al crecimiento de la economía nacional en los próximos años. Sin embargo, el Gobierno de Milei parece enfocado en conducir al país en la dirección totalmente contrario, dándole prioridad a los bienes extranjeros frente a la producción nacional.