El analista político José Luis Lamanna desmenuza la trama del Poder «Macri a lo Corleone, pero sin derramamiento de sangre»

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* Por José Luis Lamanna

En la última entrega de la saga de El Padrino, Michael Corleone, de ya 50 largos años y Padrino de todas las Famiglias que comparten los “negocios” de la mafia siciliana, le cede la cabeza de la organización a un joven Vincent Mancini, que toma el apellido Corleone, para que ejerza el liderazgo y continuar así con el desarrollo de la estructura comercial, que a esa altura tenía ramificaciones en varios sectores de la economía formal, manteniendo fluidos contactos al más alto nivel empresario, gubernamental, eclesiástico y sindical, abandonando para siempre ese halo oscuro mafioso que comenzó con Don Vito (Marlon Brando) allá por mediados de la década del 40’.

Vincent Corleone, demasiado joven para calzarse el traje de Capo Mafia heredado de su tío Michael, y, para ejercer el liderazgo de la organización, necesita dar una muestra de carácter ante los ojos de los jefes de las otras Famiglias del clan; es así que, de un plumazo, se deshace de los viejos jefes de las otras Famiglias, ese trámite se realizó con el derramamiento de litros de sangre.

Así fue que en una noche se sacó de encima Don Altobello (con un cannoli envenenado), a Don Tomassino, al Arzobispo Ginday, a Don Luchessi y a Kierzig.

Despejado el camino, Vincent se sienta en el sillón de capo di tutti i capi y con eso comienza una nueva historia, hasta ahora no contada.

Las luchas por mantener los liderazgos suelen ser descarnadas en todas las organizaciones, en todas y en todo el mundo; la política es una actividad descarnada por naturaleza, los políticos no son personas fáciles ni dóciles y una vez que llegan a la cima del poder pretenden conservarlo el mayor tiempo como sea posible. 

Para ello tienen que estar dispuestos a hacer todo lo necesario, desde entablar alianzas políticas con adversarios con los que piensa distinto, hasta con “enemigos”, todo para captar la voluntad popular que le permita seguir en la cima.

Las elecciones PASO del pasado 13 de agosto, además del resultado que arrojaron las urnas, que mostró a un claro ganador que no estaba en el radar de nadie y que dejó a un triunfador político al que nadie vio venir, también lo tuvo a Macri, al que ¿le salió? o provocó una carambola electoral que hoy lo pone como único líder de su espacio, el gran elector de Juntos por el Cambio.

Hay que reconocerle a Mauricio Macri que desarrolló una astucia política que no había mostrado mientras fue Presidente, al contario, cometió demasiadas torpezas durante su mandato, las que derivaron en que no consiguiera su reelección.

Se sabe que Macri es refractario a las alianzas políticas, siempre se dijo que él prefería hacerse fuerte con “los amarillos”, los miembros de su espacio político y que, como buen calabrés, no tolera traiciones.

Las PASO fueron para Macri la prueba de carácter como lo fue para Vincent Corleone, pero, claro está, sin derramamiento de sangre.

Ese día, mirando la tele desde el sillón de su domicilio, vio cómo se esfumaban las esperanzas de los que, hasta ese momento, pretendían disputarle el liderazgo de la fuerza política que él mismo pergeñó desde sus cimientos, el PRO, y que no estaba dispuesto a resignar. 

Así fue que, seguramente, debió haber celebrado el triunfo de su primo Jorge en la Ciudad, lo que le asegura la continuidad del apellido Macri en el sillón de Lord Mayor, pero, más debió haber celebrado que la diferencia por la que le ganó a Lousteau fue exigua, lo que le va a poner un freno político al primo Jorge ante cualquier intento alocado.

En su afán por mantener el liderazgo de la fuerza hija de su creación, Macri debió haber festejado con puños apretados y para sus adentros las derrotas de Larreta/Vidal/Morales, la de Santilli, Posse, la de los radicales chaqueños y formoseños, al igual que el desestimiento a su candidatura a diputada del Parlasur de la siempre incómoda Elisa «Lilita» Carrió; y antes debió haber celebrado, también, la caída en desgracia de Carolina Losada y su pareja Luis Naidenoff, como así también el intento radical del incombustible dirigente Enrique “Coti” Nosiglia, que quiso imponer a Martín Lousteau en CABA y se le escapó por poco, ya se había sacado de encima a Gabriela Michetti.

A Macri le salió redondo el apoyo solapado que le dio a Patricia Bullrich en su pelea interna contra Horacio Rodríguez Larreta; Patricia se impuso cómoda, pero, por otro lado, y para ponerle freno a cualquier intento de Bullrich de, a futuro, disputarle el liderazgo, Mauricio coquetea con Javier Milei, con quien parece sentirse políticamente cómodo. 

Mauricio Macri sabe que un solo gesto podría hacer que su electorado duro opte por Bullrich o Milei, poniendo a cualquiera de ellos en un eventual ballotage contra Sergio Massa, y, si fuera necesario para sus fines políticos, no dudaría en forzar que la segunda vuelta sea entre Milei y Massa y dejar a Bullrich sin nada, a sabiendas que con Sergio se podría llegar a algún nivel de entendimiento, cosa que con el libertario sería imposible.

La otra carta fuerte de Macri, a la que apuesta, es el rol del Juan Schiaretti; “El Gringo” es su aliado y amigo, siempre le jugó a favor en Córdoba y esta vez no sería la excepción. 

Los votos que pueda obtener la fórmula Schiaretti-Randazzo no sólo son votos menos para Bullrich, también serán menos escaños parlamentarios, los que a la hora de tener que lograr acuerdos en el Congreso, cuentan.

Macri se transforma, así, aun sin haber puesto su nombre en la boleta, en el gran ganador de las elecciones PASO del 13 de agosto y el gran elector de Juntos por el Cambio, en una jugada de alta política, al igual que Corleone, tiene el camino despejado, pero a diferencia de Vincent, retiene el liderazgo de la organización sin derramamiento de sangre.

*Director de Lamanna & Asoc. Consultores en Comunicación